ANIVERSARIO DEL CONCILIO VATICANO II Y DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

El Papa Benedicto XVI nos llama a revivir con entusiasmo vigor el aniversario del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica, con un año dedicado a la profundización de nuestra fe. Por eso, desde el 11 de octubre de 2011 hasta el 11 de octubre 2013 celebraremos el Año de la Fe. Con mucha alegría recibiremos a Mons. Ferrer, subprefecto de la congregación para culto divino y disciplina de los sacramentos del Vaticano. El cual nos dará una platica sobre el documento Sacrosantum Concilium el próximo sábado 13 de octubre a las 16.30hs. En el salón parroquial San Eduardo, el cual ha sido íntegramente remodelado y se procederá a su reinauguración dicho día.

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La Constitución Sacrosanctum Concilium fue el primer documento aprobado por los Padres conciliares. «Primicia del Vaticano II» la ha llamado el Papa Juan Pablo II. Se trata ciertamente de uno de los documentos principales del Concilio. Dentro del gran horizonte de renovación para el Pueblo de Dios que abrió la asamblea conciliar no podía dejar de tener un lugar especial la vida litúrgica. Así, la iniciativa de esta importante Constitución tiene su origen en el deseo de renovar la vida litúrgica, a la vez que fomentarla, en continuidad con la Tradición viva de la Iglesia, a fin de que todos sus hijos puedan participar de ella con mayor provecho espiritual.
Con la Sacrosanctum Concilium se destacó de manera singular el valor central que la liturgia tiene en la vida de la Iglesia y en la vida del cristiano. Como afirma el Santo Padre: «La Constitución ilustra bien el motivo de esta centralidad, situándolo en el horizonte de la historia de la salvación. Frente a las múltiples formas de oración, la liturgia tiene una estructura propia, no sólo porque es la oración pública de la Iglesia, sino sobre todo porque es verdadera actualización y, en cierto sentido, continuación, mediante los signos, de las maravillas realizadas por Dios para la salvación del hombre.
Esto es verdad particularmente en los sacramentos, y de modo muy especial en la Eucaristía, en la que Cristo mismo se hace presente
como sumo sacerdote y víctima de la nueva alianza».
A cincuenta años de clausurado el Concilio Vaticano II no podemos menos que alegrarnos por los muchos frutos que se han producido
a partir de su impulso renovador. Entre ellos, quizá el más visible sea la renovación litúrgica.

2. Un poco de historia
La renovación conciliar es heredera de un fecundo movimiento litúrgico que hunde sus más profundas raíces en la segunda mitad del siglo pasado. A causa de este movimiento litúrgico todo el siglo XX verá crecer un notable impulso renovador de la vida litúrgica de la Iglesia que a la vez que explicitaba cada vez más el lugar central que ocupa en el misterio de la Iglesia y en el designio de redención, abría nuevos horizontes de comprensión de su naturaleza. Fueron muy importantes las diversas iniciativas de los Papas San Pío X, Pío XII y Juan XXIII para ir afirmando una corriente profunda de renovación cuyos frutos más significativos veríamos en el Concilio Vaticano II.
Ya desde el tiempo de preparación del Concilio la reflexión sobre la liturgia y la conveniencia de su renovación había adquirido singular importancia. El trabajo de la Comisión litúrgica, encargada de preparar el documento de trabajo, fue muy bueno. Debe notarse que, a diferencia de otros documentos que necesitaron una más lenta maduración, el documento preparado por esta Comisión fue asumido en su gran mayoría por la asamblea conciliar.
No deja de ser muy significativo que el primer esquema que la Comisión central del Concilio Vaticano II decidiese que se discuta
haya sido precisamente el de la liturgia. A la pregunta que se puede poner como telón de fondo de todos los trabajos conciliares:
«Iglesia, ¿qué dices de ti misma?», se respondió en primer lugar desde la liturgia. Hecho singular que además abre una hermosa manera de aproximarse al misterio de la Iglesia.
La Sacrosanctum Concilium fue promulgada al final de la segunda sesión de trabajo, concretamente el día 4 de diciembre de 1963. La votación final es elocuente del grado de consenso que se alcanzó en aquel momento: 2,158 votos a favor y solamente 4 en
contra, es decir casi unánimemente.

3. Contenido del documento
La Constitución cuenta con siete capítulos precedidos de un importante proemio. Tiene también un apéndice sobre la revisión del calendario litúrgico. La parte más significativa de la Constitución está desarrollada sin lugar a dudas en el capítulo I.
El proemio es una hermosa declaración con un profundo
contenido teológico. Resulta interesante destacar que, siendo el primero de los documentos conciliares en ser aprobado, sus
primeras palabras estén dirigidas a enunciar los objetivos del Concilio Vaticano II: «acrecentar cada vez más la vida cristiana entre los fieles, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están sujetas a cambio, promover cuanto pueda contribuir a la unión de todos los que creen en Cristo y fortalecer todo lo que sirve para invitar a todos al seno de la Iglesia.
Se menciona también en dicho número la intención del Concilio en materia litúrgica: «procurar la reforma y el fomento de la
liturgia». De esta manera se ponía claramente de manifiesto la importancia de la liturgia en la vida eclesial. Esto es expresado de
manera singularmente rica en la magnífica síntesis que se ofrece en el siguiente número de la Constitución: «la liturgia, por medio de
la cual «se ejerce la obra de nuestra redención», sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía, contribuye mucho a que los fieles,
en su vida, expresen y manifiesten a los demás el misterio de Cristo y la naturaleza genuina de la verdadera Iglesia, cuya característica
es ser a la vez humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación,
presente en el mundo y, sin embargo, peregrina; de modo que en ello lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a
lo invisible, la acción a la contemplación y lo presente a la ciudad futura que buscamos».
El capítulo I lleva por título: «Principios generales para la reforma y el fomento de la sagrada liturgia». Éste es, como se ha dicho, el
capítulo más importante –también el más extenso–, en donde encontramos el marco teológico de fondo para toda la renovación y
el fomento de la liturgia.
Este capítulo está dividido en cinco partes:

1. Naturaleza de la sagrada liturgia y su importancia en la vida de
la Iglesia.

2. Necesidad de promover la educación litúrgica y la participación
activa.

3. Reforma de la sagrada liturgia.

4. Fomento de la vida litúrgica en las diócesis y en la parroquia.

5. Promoción de la acción litúrgica pastoral.

Con este impulso y profundización revivamos nuestro amor por la liturgia y el conocimiento de la fe.